Perder a alguien a quien amamos es una de las experiencias más dolorosas que podemos vivir. En medio del vaivén de emociones, del vacío y de las preguntas sin respuesta, muchas personas buscamos entender y dar sentido a lo sucedido: a cómo ocurrió, por qué en ese momento, e incluso por qué le llegó la muerte a esa persona. Y para algunas personas las respuestas llegan desde su fe.
Es mi consulta frecuente escucho preguntas acerca de qué ocurre después de la muerte: si existe alguna forma de vida o de existencia en el más allá, si volveremos a encontrarnos o reconocernos de alguna forma o en algún lugar, o si, por el contrario, lo que nos espera es el vacío, la nada.
A lo largo de los años, la psicología ha intentado comprender cómo enfrentamos el duelo. También se ha investigado el papel que juegan la religión y la espiritualidad en este proceso. ¿Pueden estas creencias ayudarnos a transitar el duelo? ¿La fe es actúa siempre como consuelo, o también puede convertirse en fuente de conflicto? Hoy sabemos que cada persona vive su proceso de manera única y por tanto no hay respuestas universales.
Religión y espiritualidad: dos formas de encontrar sentido
Muchas personas encuentran consuelo en la idea de que sus seres queridos continúan existiendo de alguna forma: como energía, conciencia, en otro plano espiritual o a través de la reencarnación. Esta creencia puede aliviar el dolor ya que ofrece una sensación de continuidad y conexión.
Hablar de religión y espiritualidad no es lo mismo. La religión suele estar asociada a prácticas, creencias y comunidades organizadas. La espiritualidad, en cambio, es vivida de forma más individual y tiene más que ver con la búsqueda interior de sentido, con la conexión profunda con los demás y con lo trascendente, lo significativo o lo sagrado: Dios, la vida, la naturaleza…
Cuando la muerte llega, esas creencias pueden ayudar a transitar el dolor. Muchos estudios muestran que las personas que practican alguna forma de espiritualidad o religión tienen una mayor capacidad de adaptación ante la pérdida. ¿Por qué? Porque la fe ofrece explicaciones, rituales, una comunidad, espacios para expresar el dolor, y sobre todo, esperanza. Además, muchas personas sienten que sus seres queridos siguen acompañándolas de forma simbólica, lo cual puede proporcionar calma y sentido en momentos de sufrimiento.
Frases como “volveremos a vernos”, “está en un lugar mejor”, “nuestro hijo-a nos protege” o “todo tiene un propósito” pueden parecer simples consuelos, pero esta esperanza puede aliviar el sufrimiento, ser fuente de sostén y ayudar a tirar adelante cuando nacen de una creencia sincera.
El duelo desde la creencia de la muerte como fin
Las personas que no creen en una vida después de la muerte, a menudo, su fortaleza proviene de aceptar la no-permanencia como forma natural de la existencia. Asumir que no hay un «más allá» puede invitar a vivir con más profundidad el aquí y el ahora, a enfocar el duelo desde el agradecimiento por lo vivido y el deseo de honrar la memoria del ser querido a través de acciones presentes sin necesidad de prolongarse en otros planos para tener sentido.
Esta visión también puede llevar a un duelo saludable desde donde se integra la pérdida sin necesidad de buscar explicaciones trascendentales. Aceptar el final puede ser también una forma muy real de amor.
Cuando la fe o nuestras creencias se tambalean
Pero las creencias espirituales no siempre facilitan el duelo. En algunos casos, aferrarse a la idea de que la persona sigue “aquí”, puede llevar a evitar el dolor o negar la pérdida. Esto puede dar lugar a un duelo complicado, en el que se posterga el proceso natural de aceptación y adaptación a la nueva vida que se abre.
En ocasiones, cuando la muerte es repentina, violenta o percibida como profundamente injusta, la fe puede tambalearse. Algunas personas se sienten abandonadas, traicionadas o enfadadas con Dios. Y eso también es humano. Esta “crisis espiritual” también puede alargar o dificultar el duelo, haciéndolo más doloroso y solitario.
Así que mientras confiar, rezar, o sentirse en paz con Dios pueden aliviar el sufrimiento, otras respuestas como culparse y sentirse responsable de lo sucedido, sentir rabia, perder la fe o “desconectarse” espiritualmente pueden intensificar el sufrimiento. Por eso, la fe no siempre es la solución a tu duelo: Su efecto depende de cómo la vivas en ese momento tan vulnerable.
Y lo mismo puede ocurrir con las personas que creen que todo acaba en esta vida. A veces, cuando llega el final, también pueden sentir con enorme fuerza un vacío, una nada que paraliza, una eternidad que ahoga y que no les permite avanzar en su dolor.
Lo importante: vivir el duelo, no evitarlo
No existe una única forma correcta de transitar el duelo. Cada camino es personal y legítimo. Lo importante es que nuestras creencias, sean religiosas, espirituales o materialistas, no se conviertan en una forma para no sentir.
Si una creencia te sostiene, te consuela y te ayuda a aceptar la pérdida, entonces es una aliada valiosa. Si por el contrario te impide avanzar, te llena de miedo, culpa o confusión, quizás sea momento de revisarla, de preguntarte si aún te sirve, y de buscar apoyo terapéutico.
En última instancia, la muerte sigue siendo un misterio que cada uno interpreta a su manera. Ya sea que encontremos consuelo en la idea de una existencia más allá de la muerte, o en la aceptación de que todo tiene una final, lo importante es que nuestras creencias nos ayuden a vivir con mayor plenitud, a cultivar relaciones significativas, a amar con más profundidad y a enfrentar la vida, y la pérdida, con valentía y esperanza.