En muchos lugares de trabajo, la noticia de un embarazo se recibe con alegría, abrazos y buenos deseos. Pero ¿qué sucede cuando ese embarazo no llega a término? ¿Qué ocurre cuando la ilusión que crecía en silencio, por no haber sido compartida aún, se interrumpe de manera repentina? En muchos entornos laborales, lamentablemente, más allá de dar la noticia y recibir unas palabras de pésame, no se vuelve a hablar del tema. Este se vuelve tabú, se silencia, se invisibiliza.
El duelo gestacional es una experiencia intensa y muchas veces incomprendida. No importa si han transcurrido dos semanas desde la última falta, cinco o diez. El dolor no surge a partir de una semana específica, sino del vínculo emocional entre madre e hijo-a que ya se ha formado. Sin embargo, en muchos ámbitos, y sobre todo en el laboral, ese vínculo tan íntimo y aún frágil no ha sido mostrado en toda su magnitud.
En la mayoría de los marcos legales actuales, no existe una licencia específica por muerte gestacional temprana. Si el bebé no nace con vida, no se contempla ningún permiso de maternidad o paternidad. Esto obliga a las personas gestantes y a sus parejas a retomar su rutina demasiado pronto. Más allá de la semana de gestación o de si, tras nacer, vivió unas horas o días, la realidad es que estos padres y madres han perdido a un hijo-a, se han roto unas ilusiones y un proyecto de vida que no se hará realidad. Es necesario reconocer esta pérdida para que padres y madres puedan transitar su dolor de manera saludable.
El resultado es que muchas personas deben volver al trabajo a los pocos días, y rendir como si nada hubiera pasado. Retoman el ritmo, asisten a reuniones, atienden a clientes o proveedores, trabajan codo a codo con sus equipos e intentan mostrarse “enteras”, mientras internamente transitan un profundo dolor. Esta presión, así como la negación o el desconocimiento de proceso de duelo en las organizaciones, no solo deshumaniza el trabajo, sino que pone en riesgo la salud mental de quienes lo viven, pudiendo derivar en consecuencias serias como insomnio, ansiedad, depresión o incluso burnout.
Es importante entender que el duelo gestacional, como todo duelo, no tiene una forma única ni un plazo definido. Lo que todas las personas necesitan, sin excepción, es que su pérdida sea reconocida y respetada. En el ámbito laboral, esto implica permitir pausas, ofrecer flexibilidad, brindar contención psicológica y, sobre todo, cultivar un entorno humano, sensible y libre de juicio.
¿Qué puede hacer una empresa o institución para acompañar esta pérdida?
Acompañar el duelo gestacional no requiere grandes estructuras, pero sí compromiso, escucha y humanidad. Desde Recursos Humanos, desde cada dirección funcional y en cada equipo, pueden implementarse pequeñas acciones, como por ejemplo:
- Reconocer la pérdida como legítima. Validar la experiencia, incluso cuando el embarazo no hubiera sido compartido previamente. Decir “Siento lo que te pasó” es un primer paso para reconocer la vivencia y evitar que quede silenciada.
- Escuchar sin juzgar ni minimizar el dolor. Es importante evitar frases como “Eres joven, pronto tendréis otro” o “Menos mal que estabas de pocas semanas”. Acompañar no es dar soluciones, sino estar presentes y disponibles a acoger la emoción que surja.
- Respetar acompañando los tiempos y los silencios de la persona en duelo. Algunas personas necesitan hablar del tema, otras prefieren el silencio. Algunas necesitan parar y alejarse del día a día, otras necesitan volver a su rutina cuanto antes. Es importante estar disponibles para acompañar a cada persona según sus necesidades.
- Ofrecer tiempo. Brindar flexibilidad horaria, días adicionales de teletrabajo o, incluso, ofrecer una jornada continua o adaptada de forma temporal. El duelo no entiende de prisas, y al inicio puede resultar difícil sostener el mismo ritmo de antes mientras se atraviesa el dolor.
- Capacitar a líderes y equipos en duelo y acompañamiento. Formar a los líderes para sostener emocionalmente a sus equipos contribuye a crear culturas laborales más sanas, humanas y resilientes.
Algunas organizaciones están dando pasos importantes: han creado protocolos internos de contención, ofrecen flexibilidad y días de licencia por pérdidas gestacionales, así como brindan acceso a espacios terapéuticos especializados en duelo. Son gestos que generan un impacto positivo y saludable en las personas que los reciben.
Una madre lo expresó así:
«Al regresar al trabajo el dolor me invadía. Me sentía incapaz de concentrarme ni de rendir como antes. Cuando mi jefa me dijo: ‘Tomate el tiempo que necesites, no estás sola’, sentí que mi dolor tenía permiso de existir. Y eso lo cambió todo.»
Hablar del duelo gestacional en el lugar de trabajo no solo visibiliza un tipo de dolor que muchas personas viven en soledad, sino que también es una forma de humanizar el trabajo, de poner en el centro a las personas y de construir vínculos laborales más empáticos y sostenibles.
Porque cuando una vida se interrumpe, no se pierde solo un embarazo, sino una historia, un deseo, un proyecto de vida compartido. Y ese vacío necesita su tiempo, su espacio y su derecho a ser nombrado.
🪻 Si te interesa, puedes leer mi post «la pérdida de un bebé: un duelo silenciado«.