Romper una relación de pareja duele mucho. Lleva consigo un duelo, un proceso interno de revisión y reconstrucción de vida para adaptarse a la nueva realidad. Es un proceso que, en parte, también se comparte, ya que con frecuencia, no estamos solos: afecta a nuestro entorno, a nuestros hijas e hijos, familia, amigas-os y relaciones cercanas.
En una ruptura amorosa no solo perdemos a alguien. Perdemos seguridad, una versión de nosotras-os mismas-os, cerramos una historia vivida y un futuro común que habíamos imaginado juntas-os. Nos quedamos con los recuerdos y, muy a menudo, con preguntas sin respuesta y con una herida que necesita tiempo para ser aceptada, comprendida y regenerada hasta llegar a estar listas-os para afrontar una nueva relación y/o una nueva etapa de vida.
En estos casos, hablar de duelo puede parecer exagerado para algunas personas, pero quienes lo han vivido saben que no lo es. El duelo por una ruptura amorosa, por un amor que se desvanece es real, profundo y necesita de su propio tiempo, con emociones dolorosas, y a veces confusas, que debemos transitar con respeto y cuidado.
¿Por qué una ruptura amorosa duele tanto?
Cuando estamos en pareja, muchas veces tejemos nuestra identidad junto con la del otro, al compartir rutinas, sueños y afectos. Nos proyectamos en un futuro común. Entonces, cuando la relación termina, no solo perdemos a esa persona: perdemos una versión de nosotras-os mismas-os, una idea de hogar llegando incluso a tener dificultades para encontrar nuestro lugar en el mundo.
El amor crea apego y cuando se rompe genera un vacío. Por eso, aun cuando la ruptura es necesaria porque el amor se ha desvanecido, también duele.
Signos y síntomas del duelo amoroso
No todas las personas viven el duelo de la misma manera, pero la ruptura afecta a todo nuestro ser:
- Respuestas físicas: Puedes sentir fatiga, agotamiento, sensación de falta de aire, pérdida o desórdenes del apetito, presión en el pecho, dolor de cabeza, entre otros síntomas corporales.
- Respuestas emocionales: Es común experimentar un carrusel de emociones como tristeza, enfado, rabia, miedo, pánico, culpa, celos, anhelo de seguir con la relación, irritabilidad, desasosiego, impotencia, ansiedad y soledad.
- Respuestas mentales: Puedes tener confusión, dificultad para creer lo que estás viviendo o incapacidad para concentrarte, quedándote en blanco en algunas ocasiones. A menudo surgen pensamientos repetitivos como: No puede ser que esté pasando. ¿Cómo es posible que me pase esto? Seguro que es un bache más. ¿Cómo me puede hacer esto? ¿Por qué no lo vi venir? Esto no tiene remedio. Tengo que darle espacio para que vuelva. Si acepto algunas cosas, quizás vuelva. No va a volver. ¿Y si…? Si hubiera o si no hubiera…
- Respuestas conductuales: Puede que experimentes apatía, o por el contrario, hiperactividad. Tal vez sientas la necesidad de trabajar mucho o de mantenerte ocupada-o y distraída-o. Puedes sentirte incapaz de estar sola-o, experimentar aislamiento, necesidad de buscar y volver a ver a la persona, o visitar lugares compartidos. También pueden surgir conductas más destructivas e hirientes como intentos de chantaje o manipulación hacia la expareja, inventar situaciones que no sucedieron, deseo de venganza o conductas autodestructivas, como autolesiones o consumo excesivo de alcohol u otras sustancias, acompañadas de una profunda inseguridad personal.
- Respuestas de tu ser más profundo: Puedes sentir desesperanza, pérdida de sentido, desconexión contigo misma-o, con las relaciones y con la vida.
La ruptura de pareja puede ser un camino muy doloroso a la vez que saludable o llegar a ser una experiencia extremadamente difícil y convertirse en un duelo intenso y prolongado similar a un duelo complicado.
El mito del “pasar página” rápido
Vivimos en una cultura que da valor a “ser fuerte”, a poder con todo y a no mostrar dolor. Muchas veces nuestros amigas-os intentan animarnos diciéndonos frases como “Encontrarás a alguien mejor”, “Tú vales mucho, no era la persona para ti”. Aunque dichas con la mejor intención, estas frases minimizan nuestra vivencia de la pérdida.
Negar el dolor o mirar hacia otro lado puede ayudarnos momentáneamente, pero no puede convertirse en una forma permanente de afrontar lo que sentimos. Necesitamos espacios para mirar nuestro dolor cara a cara, para sentirlo y transitarlo sin miedo. El amor que perdiste no define tu valor.
El camino del duelo es un camino que nos ha de llevar de vuelta a casa: a reconectar con quienes somos, con lo que necesitamos, con lo que debemos atender para ser nosotras-os mismas-os y crecer como personas.
No estás loca-o por sentir tanto, por desfallecer o por sentirte tan desorientada-o. Si no tienes cerca a alguien que te ofrezca un espacio seguro para compartir tu dolor una y mil veces mientras te sientes comprendida-o, quiero que sepas que aquí me tienes para acompañarte en tu proceso.