La vivencia cercana de la muerte, o de saberse con una enfermedad grave o con un posible mal pronóstico, no es fácil de procesar. De ahí que la persona, tras el fallecimiento de su ser querido o al tomar conciencia de la importante pérdida de salud, experimente un conjunto de síntomas físicos poco específicos como pueden ser agotamiento, dolor de cabeza, tensión muscular, malas digestiones… que, aún siendo normales, nos indican que la vivencia está siendo difícil de procesar
Y es que ¡son tantas las situaciones que pueden resultar dolorosas y tantas las maneras en que intentamos aliviar o reprimir la emoción que tanto duele! Serían ejemplos de ello: minimizar la situación, no prestarle atención mientras llenamos la vida de trabajo u otras actividades más ociosas, ocuparse intensamente de nuestros mayores o pequeños…, siendo todas ellas maneras naturales, más o menos conscientes, de sobrellevar lo que tanto duele.
Ahora bien, cuando queremos anestesiarnos y reprimimos o no prestamos reiteradamente atención al dolor de nuestra pérdida, el cuerpo volverá a mandarnos señales, otra serie de síntomas físicos más complejos o incluso más intensos, pudiendo llegar a sufrir ataques de ansiedad, de pánico, mareos u somatizaciones físicas intensas, que vuelven a señalarnos que no estamos atendiendo esas emociones que es necesario atender. Es la manera que nuestro cuerpo tiene de movilizarnos para decirnos que nos detengamos y prestemos atención al impacto de lo vivido, y ¡¡ llegará a conseguirlo !! ya que cuando sentimos ataques de ansiedad o de pánico, puede ser algo tan molesto y difícil de controlar que se hará necesario prestar atención y acudir a uno u otro profesional de la salud.
Y como cada persona es única y cada duelo es único, la ansiedad también puede manifestarse de muy distintas maneras, teniendo cada paciente las suyas. He aquí algunas de ellas:
- Síntomas físicos: quizás el más llamativa es la dificultad para respirar, si bien también puede mostrarse por medio de sudores, sensación de mareo, temblores, náuseas, taquicardia, tensión muscular, hormigueo en las extremidades, dolores de cabeza o digestivos, incluso diarreas, insomnio…
- Síntomas mentales o psicológicos: pensamientos irracionales, a veces catastróficos, sensación de perder el control, déficit de memoria y de atención, baja concentración, sensación de inseguridad, indecisión, aparición de ideas obsesivas con respecto a la pérdida o a cualquier amenaza percibida.
- Síntomas conductuales: necesidad de huir de la situación que genera la propia ansiedad, hipervigilancia o parálisis en un intento de evitar o minimizar los riesgos y amenazas reales o imaginados, tics, tartamudeo, llanto descontrolado…
Y estos síntomas, lejos de eliminar el dolor de tu pérdida o de alejar tus miedos por la nueva vida que emerge, lo que acaba sucediendo es que la propia experiencia de la ansiedad te haga vivir en un estado de tensión agotador y desbordante, pudiendo llegar a comprometer tu descanso, tu vida familiar, laboral, de relación… Y poco a poco, fruto de todo ello, y sin darte cuenta, empiezas a evitar situaciones, a aislarte, al tiempo que vas perdiendo autonomía y bajando tu sensación de control, seguridad y autoestima, creando todo un círculo dañino y vicioso que habrá que romper aunque no sabes cómo.
Pero si a pesar esta vivencia tan desagradable sigues resistiéndote a conectar con tu dolor, a comprenderlo, a abrazarlo, a significarlo y a recolocarlo en la vida que llega y que ya nunca más será como la que conociste hasta ahora, la cosa puede seguir empeorando. La ansiedad convertirse entonces en una crisis de pánico desmedida con o sin motivo aparente, en una fobia, una obsesión, una compulsión, un estrés postraumático, o también cursar de una forma poco específica, generalizada, pudiendo llegar a sentir tensión o inquietud durante todo el día por distintas circunstancias, pudiendo llegar a crearte inseguridad en las relaciones sociales por miedo a hacer el ridículo o a no encajar.
Así que, no es infrecuente que tras la pérdida por muerte de un ser querido o tras la percepción de la pérdida de la salud en el diagnóstico o en el pronóstico de una enfermedad significativa, aparezcan síntomas de ansiedad por la incertidumbre vivida, por no saber cómo vas a gestionar el futuro, por la experiencia de miedo e intranquilidad, por no poder desconectar de esos pensamientos negativos y desoladores sobre situaciones posibles que pueden ocurrir tras la pérdida, por sentir que no vas a ser capaz de superar lo vivido… Y siendo esta una ansiedad inicialmente normal y adaptativa a tu dolor, al no detenerte y querer aparentar ser fuerte y poder con todo, puede llegar a convertirse en un problema emocional improductivo que te limita y que te hace dudar de tu capacidad de avanzar y de transitar tu pérdida llegando hundirte en tus propios miedos y pensamientos
Por tanto, si te reconoces en alguno de estos síntomas, o conoces a alguien que pueda estar pasando por una situación así, comparte esta información y ayúdale a reconocer su vivencia y evitar que estas sensaciones puedan llegar a ser limitantes y desestabilizadoras.