Perder a alguien que amamos duele. Y duele en todo tu ser: en el cuerpo, en la mente, en el alma. A veces sentimos que nos falta el aire, que la vida no volverá a ser lo que era, y que no sabemos cómo seguir en pie cuando nuestro mundo se ha roto. En esos momentos, es natural buscar consuelo. Muchas veces, lo primero que pensamos es en llamar a un amigo o hablar con un familiar. Y eso puede ser muy valioso. Pero hay momentos, y tipos de duelo, en los que ese apoyo no es suficiente, y donde hablar con un terapeuta especializado puede ser necesario para avanzar en tu proceso.
No todos están preparados para sostener tu dolor
Tus amigas/os y familiares te quieren, claro que sí. Pero no todas las personas saben cómo acompañarte en el proceso de duelo. A veces, sin querer, intentan aliviar tu dolor con frases como “ahora ya no sufre” o “el tiempo lo cura todo”. Lo hacen con buena intención, pero muchas veces lo que necesitamos es que alguien nos escuche de verdad, sin recetas, sin cambiar de tema, sin prisas.
En cambio, un/a terapeuta especializada en duelo no te va a dar fórmulas mágicas, pero sí te ofrecerá un espacio seguro donde puedes sentir todas tus emociones, con su volumen e intensidad, sin tener que disculparte por ello. No necesitas “ser fuerte”, ni fingir que todo va bien. Puedes mostrarte tal como estás, un día y otro: rota/o, confundida/o, triste, enfadada/o… Todo tiene cabida en una sesión terapéutica.
El terapeuta no está implicado emocionalmente, y eso ayuda
Puede sonar frío, pero en realidad es una gran ventaja. A diferencia de tus seres queridos, un/a terapeuta no está viviendo el duelo contigo. No está angustiada/o por cómo te afecta, no se incomoda con tu llanto, ni siente la necesidad de que “te recuperes pronto”. Su mirada es imparcial y no te va a juzgar por cómo vives tu dolor. Su papel es estar ahí contigo, presente, sin exigencias ni cargas emocionales. Y gracias a esa distancia, puede ayudarte a ver cosas que quizás tú no estás viendo, a poner en palabras aquello que te cuesta expresar, a identificar y explorar emociones que pueden darte respeto o miedo.
A veces, las personas que más nos quieren no pueden ser objetivas, ni sostener nuestro dolor porque también están lidiando con el suyo. Su punto de vista condiciona la forma en cómo entienden el tuyo. Y eso es así, y no es culpa de nadie. Pero si tú necesitas hablar y no encuentras quien te escuche desde un lugar tranquilo y sin expectativas, el/la terapeuta puede ser ese lugar seguro que tanto necesitas.
Te ayuda a entender tu proceso único porque no hay dos duelos iguales
Hay muchos mitos alrededor del duelo: que hay etapas fijas, que en un año “ya deberías estar bien”, que “si no lloras es que no estás haciendo bien el duelo”. Pero lo cierto es que cada persona vive el duelo a su manera. Algunas necesitan hablar mucho, otras son más reservadas y prefieren el silencio. Algunas lloran con frecuencia, otras apenas lo hacen pero sienten un vacío inmenso.
Un-a terapeuta no te dirá cómo “debes” sentirte. Te acompañará a entender cómo estás tú, qué necesitas, qué te alivia y qué te duele. Y te dará herramientas para que puedas avanzar en tu proceso con un poco más de claridad y compasión hacia ti misma/o.
Tú no tienes que cuidar al/ a la terapeuta
Una de las cosas más agotadoras del duelo es sentir que tienes que poner buena cara para no preocupar a los demás. Incluso cuando hablamos con personas cercanas, a veces sentimos que debemos medir nuestras palabras, que no podemos dejarnos sentir del todo porque no queremos “hacerle daño” al otro.
Con un/a terapeuta no necesitas cuidar a nadie. Puedes mostrar tu lado más oscuro, tus pensamientos más difíciles, tu cansancio, tu rabia o tu culpa. Y en lugar de recibir una mirada de preocupación, encontrarás escucha y un acompañamiento que te ayudará a conocerte mejor y a entender qué te está ayudando y que no en tu camino del duelo.
La terapia es confidencial
Cuando acudes a un/a terapeuta sabes que lo que compartes en sesión se queda entre vosotras/os dos. Por eso, muchas veces podemos hablar con más libertad y sinceridad que cuando lo hacemos con un/a amigo/a. Esta sensación de seguridad facilita que, en terapia, podamos ir más profundo dentro de nosotras/os, porque sabemos que estamos en un espacio confidencial. Y esta confianza, confidencialidad, la ausencia de juicio y la no implicación emocional directa, es lo que te permite explorar aspectos de tu vivencia que quizás, en otras relaciones personales, no te sentirías capaz de compartir.
La terapia te proporciona un lugar seguro
Tus citas semanales o quincenales, que se mantienen a lo largo del tiempo, suelen convertirse en un refugio, un alivio cuando sientes que todo a tu alrededor parece desmoronarse. Es un espacio donde es más fácil atender tus necesidades y cuidarte.
Buscar ayuda no es ser débil, es una forma de cuidarse
Muchas personas sienten que si acuden a un terapeuta es porque “no pueden solas/os”. Pero ¿quién dijo que teníamos que poder con todo? ¿Quién nos enseñó que el dolor se lleva en silencio y sin ayuda?
Hablar con un/a terapeuta de duelo no va a quitarte el dolor de un día para otro. Pero sí puede ayudarte a encontrar sentido a lo que estás sintiendo, a reconstruirte poco a poco, a darte permiso para vivir de nuevo, sin culpa. Un acto de amor propio.
🪻 En resumen…
Hablar con amigas/os y familia es importante, sí. Pero cuando sientas que eso no te basta, que necesitas algo más, no dudes en buscar apoyo profesional. No hay una forma “correcta” de vivir el duelo, pero hay maneras más amables y sostenibles de atravesarlo. ¿Por qué no darte la oportunidad?
Si estás leyendo esto y estás pasando por una pérdida, te mando un abrazo enorme. Y si alguna parte de ti siente que hablar con alguien podría ayudarte, no silencies esa voz que está en ti. Aquí estoy si decides dar ese paso.